El 25 de julio de 1938 el llamado EjĂ©rcito del Ebro, de reciente constituciĂłn, cruzĂł el rĂo por varios lugares situados entre Mequinenza y Amposta. AsĂ dio comienzo una larga y durĂsima batalla (la más mortĂfera de la guerra) en la que fueron destruidas las principales fuerzas republicanas de Cataluña.
Siempre quedará la polĂ©mica de si la RepĂşblica hizo bien en plantear esta dura batalla de desgaste en una Ă©poca en la que su inferioridad militar respecto a su enemigo era tan acusada. Algunos de los que participaron en ella en el EjĂ©rcito Popular sostuvieron siempre que la batalla fue de una necesidad ineludible e incluso afirmaron que la acciĂłn del Ebro fue una victoria republicana. Efectivamente, tras la ruptura en dos de la zona republicana por el Mediterráneo el EjĂ©rcito nacional presionaba en la zona levantina y aunque el avance habĂa quedado detenido a las puertas de Valencia los jefes militares de la zona centro republicana no pararon de solicitar del gobierno catalán una acciĂłn diversiva que les permitiera un respiro. Otro aspecto a tener en cuenta eran las continuas derrotas sufridas por el EjĂ©rcito Popular que habĂan llevado la moral de sus combatientes a sus niveles más bajos. Se decĂa que si se dejaba la inicitiva a los nacionales y se tomaba una estrategia defensiva, Cataluña caerĂa aĂşn más rápido.
Por tanto el dĂa 12 de julio de 1938 el jefe de gobierno Juan NegrĂn declarĂł que Valencia caerĂa a menos que se lanzara un ataque diversivo en otro punto. El general Vicente Rojo, Jefe de Estado Mayor, propuso que se lanzara un ataque masivo por el Ebro con el ambicioso (e irreal) objetivo de tratar de unir de nuevo las dos zonas republicanas. Para ello se formĂł el EjĂ©rcito del Ebro compuesto por 80.000 hombres recuperados de unidades desorganizadas durante la ofensiva franquista de AragĂłn. ParecĂa increĂble que la RepĂşblica, dividida y con un evidente cansancio tras dos años de dura guerra pudiera estar aĂşn en disposiciĂłn de tomar la ofensiva. A decir verdad era una gran temeridad pues la frontera francesa se encontraba cerrada aquellos dĂas y la RepĂşblica, se veĂa privada de las reservas en armamento que hubieran ampliado el supuesto Ă©xito de la batalla del Ebro.
De todas maneras la decisiĂłn estaba tomada y la noche del 24 al 25 de julio de 1938 los republicanos empezaron a cruzar el Ebro entre las localidades de Mequinenza y FayĂłn y entre FayĂłn y Cherta. El paso se hizo con cualquier embarcaciĂłn que flotara y con la disposiciĂłn de puentes de pontones. La primera unidad en tomar posiciones en la otra orilla del rĂo fue la 11ÂŞ Brigada Internacional. Ante ellos se encontraba una de las divisiones de Ă©lite nacional, el Cuerpo de EjĂ©rcito MarroquĂ del general Juan YagĂĽe. Otra acciĂłn se realizĂł más al sur en Amposta pero este avance era de importancia secundaria y los republicanos, privados del apoyo artillero y aĂ©reo tuvieron que volver a cruzar el Ebro hacia sus posiciones dejando en la otra orilla gran cantidad de muertos y mucho material.
RĂo arriba, los republicanos seguĂan avanzando, entre FayĂłn y Cherta el 5Âş Cuerpo de EjĂ©rcito de Enrique LĂster avanzĂł 40 kms. deteniendose en las inmediaciones del pueblo de Gandesa. Entre Mequinenza y FayĂłn la RepĂşblica avanzĂł 5 kms. La sorpresa era total y alrededor de 4.000 soldados nacionales fueron hechos prisioneros, incluso jefes de Estado Mayor. Pronto Gandesa se convirtiĂł en la clave de la batalla. Desde el 27 de julio al 2 de agosto LĂster atacĂł la ciudad pero sin conseguir tomarla. El avance republicano quedĂł contenido y la estrategia se tornĂł defensiva. En sĂłlo dos dĂas la RepĂşblica habĂa conquistado todo el terreno que ahora se proponia defender. Pero fallos tĂ©cnicos habĂa impedido aprovechar la sorpresa total. Los soldados, una vez cruzado el rĂo habĂan tenido que avanzar a pie pues tanto los camiones como los tanques debĂan usar puentes más lentos de construir. Además el dominio aĂ©reo se esfumĂł con la misma rapidez con la que Franco y su Estado Mayor enviaron a la batalla la LegiĂłn CĂłndor alemana.
Pese a todo las fuerzas republicanas se aferraron al terreno que habĂan conquistado. Las consignas "vigilancia, fortificaciĂłn, resistencia" fueron repetidas constantemente durante las siguientes semanas. Se fusilaba a los hombres u oficiales que se retiraban tal y como el comunista Enrique LĂster recordaba: -"Quien pierda un solo palmo de terreno - llegĂł a decir LĂster - debe reconquistarlo al frente de sus hombres o se verá ante el pelotĂłn de fusilamiento".
En el bando nacional, una vez pasada la sorpresa, Franco hizo caso omiso de las recomendaciones de algunos de sus generales. QuerĂan que dejara que los republicanos penetraran profundamente en sus lĂneas en vista a un ataque más al norte por Lleida que aislara completamente sus fuerzas. En vez de eso resolviĂł atacar el frente del Ebro de manera frontal, reconquistando el terreno perdido. Probablemente se trataba de un error porque la zona de Lleida se encontraba dĂ©bilmente defendida por la RepĂşblica que ya habĂa empeñado todas sus reservas en el sector del Ebro. Sea como fuere, la verdad es que a pesar de no ser la mejor soluciĂłn era tambiĂ©n efectiva porque la superioridad aĂ©rea y material del EjĂ©rcito nacional les permitĂa atacar frontalmente y asĂ destruir de manera completa las unidades republicanas, aunque el precio pagado fuera mayor.
Por tanto el 6 de agosto se realizĂł el primer contraataque nacional que tuvo como resultado la reconquista de la bolsa republicana entre Mequinenza y FayĂłn. El 11 de agosto se atacĂł las elevaciones de la Sierra de Pándols, al sur de la bolsa entre FayĂłn y Cherta. El 19, YagĂĽe lanzĂł a sus fuerzas en direcciĂłn norte a la Sierra de Fatarella y el Cuerpo de EjĂ©rcito del Maestrazgo (general GarcĂa Valiño) atacĂł en direcciĂłn a la Sierra de Cavalls. De esta forma y progresivamente en las siguientes seis semanas la RepĂşblica se viĂł obligada a ceder 200 kms cuadrados de terreno. La batalla que se librĂł durante esos dĂas fue durĂsima. Cada dĂa los cazas y bombarderos nacionales despegaban para bombardear impunemente. Los cazas republicanos rusos estaban en completa inferioridad numĂ©rica y material ante los modernĂsimos "Messerchmit Bf 109" de la aviaciĂłn nacional. Todos los puentes tendidos por los republicanos sobre el Ebro para el paso de sus fuerzas eran bombardeados a diario pero los ingenieros los reponĂan con la misma tenacidad. La RepĂşblica habĂa perdido el dominio del aire con lo que quedaba desvirtuada la ventaja de poseer las elevaciones del terreno.
El 30 de octubre dio comienzo la contraofensiva final. El Cuerpo de EjĂ©rcito del Maestrazgo conquistĂł la sierra de Cavalls. Más al sur el 2 de noviembre se atacĂł la Sierra de Pándols y el dĂa 4 ya habĂan sido ocupada. El dĂa 7 caĂa Mora de Ebro lo que significaba que el flanco derecho nacional ya habĂa alcanzado el Ebro. El responsable de las operaciones republicanas en la batalla teniente coronel Juan Modesto decidiĂł que la batalla estaba perdida y ordenĂł a sus unidades que cruzaran de nuevo el rĂo en sentido contrario. Por el centro el pueblo de Fatarella cayĂł el 14 de noviembre. El dĂa 16 el puente de hierro de Flix fue volado y al norte el dia 18 YagĂĽe entraba en Ribarroja de Ebro, Ăşltima cabeza de puente de los republicanos. La batalla del Ebro habĂa terminado.
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el nĂşmero de bajas sufridas durante la batalla pero se cree que fueron alrededor de unas 50.000 o 60.000 en cada bando pero con 4.500 muertos en el bando nacional y entre 10.000 y 15.000 en el republicano. Ambos ejĂ©rcitos perdieron gran cantidad de aviones pero mientras Franco podĂa reponer rápidamente sus pĂ©rdidas gracias a la ayuda italiana y alemana, la RepĂşblica perdĂo entre 130 y 150 aparatos que ya no podĂa reponer.
Al terminar la batalla la moral del EjĂ©rcito nacional se habĂa elevado nuevamente. ContribuĂan a sostenerla la prensa, la radio y las campañas propagandĂsticas. Además sus fuerzas estaban alcanzando un nivel de eficacia que la RepĂşblica no llegaba ni siquiera a acariciar. Por el lado republicano la afortunada evacuaciĂłn del Ebro permitiĂł disimular las pĂ©rdidas. Les quedaba el consuelo de que durante la batalla habĂan perdido en cuatro meses el terreno que habĂan conquistado por sorpresa en sĂłlo dos dĂas. Pese a todo, lo cierto era que el EjĂ©rcito del Ebro habĂa quedado totalmente destruido como fuerza de combate operativa. Los nacionales, por contra, repusieron completamente sus pĂ©rdidas mucho antes de lo que hubieran podido imaginarse los republicanos. La batalla del Ebro habĂa decidido de antemano la suerte de Cataluña.
undedo at 22:18